sábado, 13 de julio de 2013

LA RENTABILIDAD DE UNOS JUEGOS OLÍMPICOS

Con la Copa Confederaciones que acaba de finalizar, Brasil daba el pistoletazo de salida a unos años intensos a nivel deportivo, con el Mundial de fútbol en 2014 y los JJ.OO. de Rio de Janeiro en 2016. Pero, mientras miles de brasileños salían a la calle para festejar las victorias de su selección, otros tantos salían para protestar contra el Gobierno. Cuál es el motivo de estas protestas, por qué se tiene en el punto de mira la celebración del Mundial de fútbol y de los JJ.OO, qué está ocurriendo en la 6ª economía del Mundo.


Un presupuesto de envergadura
Cuando a Brasil le concedieron el Mundial de Fútbol de 2014, y los JJ.OO. dos años después, todo el mundo pensó que eso era lo que Brasil necesitaba para consolidar su pujante economía y convertirla en un referente permanente como potencia global. A simple vista, la realización de tales eventos deportivos plantea unas oportunidades de infraestructuras y de urbanización muy interesantes. Pero cada vez más voces critican la rentabilidad de dichos eventos.
Para los Juegos Olímpicos de Río se prevé un presupuesto de $11.600millones que se verán aumentados con las instalaciones de rugby y golf, además de los posibles cambios que pueda haber con la Villa Olímpica y demás instalaciones (algunos analistas elevan los gastos hasta los $14.400 millones). El Mundial de fútbol y la Confecup costarán unos $15.000millones, entre los 12 estadios (más de lo habitual), puertos, aeropuertos, telecomunicaciones, etc., cuando la primera previsión los situaba en los $9.180 millones.

El incremento de los presupuestos, algo habitual en las candidaturas olímpicas
Manifestantes brasileños en una de las múltiples protestas
Una de las cosas que más ha indignado a los manifestantes brasileños son los continuos incrementos en los presupuestos de ambos eventos. Pero si analizamos los anteriores Mundiales, Juegos Olímpicos y hasta Eurocopas de fútbol, nos damos cuenta de que esto es una constante.
  • Londres 2012: partía con un presupuesto inicial de $3.700 millones que se elevaron hasta los $14.720 millones (aunque según Sky pudieron ser de 18.900), debido en parte a la absorción de las administraciones del capital que tendría que haber sido privado, al aumento en la partida para seguridad y a las obras de última hora.
  • Pekín 2008: quizá el ejemplo más grande de despilfarro. No hay datos oficiales fiables (el comité organizador habla de unos ridículos €1.257millones) y las fuentes no oficiales abarcan desde los €20.000 millones hasta los 41.000. Las infraestructuras, las sedes de los diferentes deportes (ahora semi abandonadas) y los diferentes medios empleados contra la contaminación (casi 10.000 millones) forman parte de este desmesurado presupuesto.
  • Atenas 2004 es uno de los mayores fracasos económicos en unos Juegos. €9.000 millones en gastos (duplicando el inicial), cuyas obras no se acabaron hasta iniciado ya el evento, con lo que se inflaron los precios finales de las obras y donde 12 sedes están abandonadas actualmente ya que le costaban a las maltrechas arcas del Estado griego entre 25 y 125 millones de euros al año. También se produjeron casos de sobornos y acusaciones de adjudicación ilícita de obras.
  • Sidney 2000: quizá uno de los pocos éxitos a nivel olímpico. También vio aumentado su presupuesto inicial de $1870 millones a $6700 millones. Al principio tuvo problemas con ciertas infraestructuras, debido al extenso tráfico y a la peculiaridad topográfica de Australia, que finalmente se solventaron. La ciudad y todo el país se volcó con el evento (47.000 voluntarios) lo que fue loado por los medios internacionales. Ademas se desarrollaron programas medioambientales y deportivos que ayudaron a convertir a esta ciudad en una de las ciudades con mayor calidad de vida.
  • Barcelona 1992: siempre se ha puesto estos juegos como modelo de gestión y organización. Con un presupuesto de 925 millones de euros, fue el primero en contar con una presencia importante de capital privado. Ayudó a potenciar la marca de Barcelona, y también de España, poniéndola como un referente en turismo e impulsando la actividad industrial y de negocios de la ciudad.

Las razones de las candidaturas
Numerosos estudios han cuestionado no sólo la rentabilidad de los Juegos Olímpicos sino también las razones que llevan a las distintas ciudades a presentar sus candidaturas.
Sidney' 00 y su espectacular ceremonia
Ciudades como Sidney o Barcelona tuvieron que realizar importantes obras urbanas empezando casi desde cero, mientras que Atenas y Londres sólo las ampliaron. Se acepta una pérdida de dinero a corto plazo que será compensado con el legado futuro, especialmente gracias al turismo (como Barcelona y Sidney) y del aumento de nuevas industrias (Seúl, Barcelona o Pekín).
Muy unido a esto es cómo las distintas administraciones son capaces de aprovechar estos eventos, así Australia llevó a cabo importantes campañas internacionales antes, durante y después del evento, lo que le granjeó un importante prestigio internacional; caso contrario a Pekín que vio desde el principio como la opinión pública internacional estaba más pendiente de denunciar los abusos a sus ciudadanos.
Pero sobre todo toman un gran peso los intereses políticos, lograr unos juegos o mundiales provoca un salto político importante, como le ocurrió a Maragall en Barcelona o Mitt Romney con Salt Lake City; y también las presiones de determinados grupos económicos, a los cuáles unos eventos de tales dimensiones le reportan grandes beneficios (como medios de comunicación, constructoras, entidades bancarias) que a menudo pesan más que las necesidades sociales.
Generalmente se recurre a la creación de empleo como algo necesario para presentar una candidatura, pero esto también cojea, pues la mayoría de empleos son de baja calidad y temporales, terminado el evento, el empleo se acaba.
Por tanto deducimos que si una ciudad o país necesita urbanizarse para crecer, igual le es más económico no tener que articularlo a través de estos eventos.

El gasto público sometido al evento
Hay que resaltar los “daños colaterales” que se pueden producir con este tipo de eventos. Las ciudades ya turísticas pueden ver desplazados a sus turistas habituales, como le pasó a Londres: aunque para las distintas administraciones inglesas, estos juegos fueron un éxito rotundo (20.000 M€ en actividad económica, 50.000 empleos) algunas fuentes rebajan la euforia, puesto que el turismo incluso bajó un 30% por culpa de dicho evento.
También se producen paralizaciones en otras obras e infraestructuras como pueden ser hospitales o escuelas (una de las protestas de los brasileños), ya que todos los esfuerzos se centran en las instalaciones deportivas e infraestructuras derivadas; además de que esto conlleva un aumento de impuestos (como Montreal 72 o Atenas 04) que luego no se recuperan. Por no hablar de los famosos “elefantes blancos”, construcciones faraónicas que son símbolos de los Juegos, que generalmente conlleva un coste desmesurado y que luego apenas reportan utilidad alguna (el estadio “el nido” de Pekín).
A esto se le añade los sobrecostes en la organización de unos juegos y que muchas veces no se presupuestan, como el pago a los lobbys, realización de eventos, reuniones, etc (como el caso de Madrid 2012-2016-2020). Otro punto importante es que la adjudicación de los Juegos Olímpicos y su realización están muy espaciados en el tiempo, así a Londres se le adjudicaron los juegos antes de la crisis de 2007-2008 y todo lo presupuestado se disparó. Amén de sumarle la guerra presupuestaria entre los candidatos, que una vez en la batalla suelen desmadrarse para causar buena impresión.

Mundiales y Eurocopas, foco de despilfarro:
Soccer City stadium de Johannesburgo, de $300M sin uso
Con los Mundiales y Eurocopas de fútbol pasa exactamente lo mismo. En Sudáfrica 2010 se gastaron unos $3.700 millones, para unos ingresos bajos. Se vendió como una oportunidad de abrir África al mundo, pero la verdad es que al igual que Pekín, la prensa internacional se encargó más de señalar las condiciones precarias de la gente que del evento en sí. Ahora Sudáfrica se encuentra con un panorama desolador: estadios colosos en desuso y que le cuestan $7,1 millones de mantenimiento, unos datos de turismo más bajos que en el 2009 y una oferta superior a la demanda, pues se construyeron 14 hoteles nuevos. A eso hay que sumarle la corrupción que se vivió y se vive a raíz de la concesión de obras.
Más sangrante es la Eurocopa de 2012 en Polonia y Ucrania, en la que la primera se gastó $35.000 millones y la segunda 3750 (cuando se preveía un gasto de 750), cuando la anterior sede conjunta, Austria-Suiza de 2008, se gastaron 1050. Portugal que acogió la Eurocopa de 2004 se gastó €4800 millones y ahora ve como la mitad de sus estadios no acogen ni el 25% de espectadores

El panorama de Madrid 2020
Madrid 2020, ya es un gigante que empieza a tener problemas para una rentabilidad futura. Tras dos candidaturas fallidas, ya son casi 10.000 millones de euros los que se llevan gastados, a los que hay que sumar otros 1470 si finalmente se los conceden.
Con todo lo señalado anteriormente, una candidatura tiene que aprovechar este tipo de eventos para darse a conocer al mundo, llevando una estrategia acorde a unos objetivos claros y definidos. Si lo que se pretende es posicionar a un país o ciudad en el exterior, primero es necesario que ese país ya cuente con los resortes socioeconómicos consolidados, pues en un país como España, especialmente en Madrid con una deuda de 7000 millones en su ayuntamiento y otros 1000 millones en la Comunidad, un evento de esta naturaleza puede parecer ilógico (de hecho Roma, que también competía, decidió retirarse porque no le compensaba en estos momento de crisis). Los de Londres también parecían innecesarios, puesto que ya es una ciudad turística (con turismo de calidad) y principal centro de negocios de Europa.
Este tipo de eventos pueden ser idóneos para aquellas ciudades o países que necesitan un empujón internacional que sólo el deporte proporciona, como el caso de Sidney, Barcelona o Seúl; pero siempre con un gasto racional. Otras ciudades como Estambul o Tokio, que compiten con Madrid, podrían emplearlo para este propósito, pero parece que la primera va camino de otra revolución árabe y la segunda se ha estancado económicamente.

Por último me gustaría hacer un breve comentario acerca de la candidatura de Madrid. En un país donde el deporte minoritario se ahoga, donde los deportistas tienen que pagar de su bolsillo los viajes, donde las becas ADO están a punto de desaparecer, donde los talentos se tienen que marchar a otros países donde sí les ofrecen buenas condiciones deportivas y económicas y donde el deporte de base es casi inexistente por que el deporte no se incluye en ninguna ley educativa, es cuanto menos insultante que enarbole la bandera del espíritu olímpico.

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